Creo que si me preguntaran cuál es el superpoder (o uno de los más grandes superpoderes) que tenemos las personas diría, seguramente, que es el habla. La posibilidad de hacernos entender hacia los demás con palabras.
La comunicación es mucho más abarcativa que el lenguaje, claro. Eso lo aprendí en la facultad y me ocupé de ejercer mi profesión lo que mejor que pude y que puedo. Hasta el día de hoy doy clases de comunicación. Amo la comunicación. Siempre me gustó. De hecho, hasta me enamoré de un comunicador. Marido es periodista y yo estudié comunicación corporativa. Digamos que somos algo así como primos de profesión... porque, como les decía, la comunicación seguramente sea como la economía: Un gran abanico de múltiples disciplinas que descansan bajo ese paraguas grande que lleva el nombre de, valga la redundancia, Comunicación.
Reviso un poco mi profesión por elección o por facilidad, esa facilidad que admito que tengo para hablar, escuchar y escribir, y me pregunto si vendré a aprender otra forma de comunicación con Mateo. Una forma inédita, jamás escrita o pensada. Por un lado pareciera un desafío, y por otro el colmo de los colmos. Es curioso. Por momentos me asaltan dudas horrendas como preguntarme si mi hijo hablará o no a la manera vulgar que tenemos las personas; si podrá decirme Mamá cuando lo sienta o tenga ganas. Si dejará de pegarse para explicarnos que no, no quiere aquello y prefiere esto otro, o que no piensa lavarse los dientes, o que odia con el alma ir a kinesiología todos los martes.
Con los años aprendí a verle un poco mejor los ojos a las personas. Creo que Mateo, así de chiquitito como es, tiene una gran capacidad comunicativa y se esfuerza horrores por hacerse entender. Anhela contarnos muchas cosas casi todo el tiempo. Lo veo en sus ojos. Cuando lo miro y lo invito a charlar se prende con gusto y charlamos en ese idioma indescifrable que usa durante horas. Me muestra sus juguetes, señala lo que quiere o me lleva de la mano a eso que quiere mostrarme y me lo cuenta, aunque no lo entienda. Pero qué les pasa, yo soy su mamá y le entiendo todo. Aunque en el fondo no, no lo haga del todo. Muchas veces me encuentro exigiéndole que me diga qué es lo que quiere, y cuando lo hace no le entiendo y me quedo a medio camino, mirándole la expesión intentando decodificar qué carajo quiso decir con "coco". ¿Cómo puede ser? ¿Qué clase de madre soy...? Debería entenderle o esforzarme más.
Ese es el diagnóstico clínico de mi hijo hoy. En las diparesias, al menos en un alto porcentaje, la inteligencia está intacta y el lenguaje se desarrolla sin problemas. Entonces... ¿Entonces? A lo mejor hay excepciones, y no me refiero a la inteligencia que a Dios gracias Mateo la tiene intacta, sino al lenguaje. De algo sí estoy segura. Cada día que pasa acumula más y más información. A veces lo siento como una pequeña computadora que registra absolutamente todo lo que pasa a su alrededor, a lo mejor con más demora en demostrarlo, pero no hay lentitud en la absorción permanente de aprendizaje, hábitos, constumbres y claro está, palabras. Palabras que las conoce, que saben qué quieren decir. Mateo dice las vocales. A, E, I, O, U. Pero pareciera que tiene dificultad para combinarlas y pedirnos, por ejemplo, AUA (por agua).
Ya saldrá. Capaz. Seguro.
La comunicación es mucho más abarcativa que el lenguaje, claro. Eso lo aprendí en la facultad y me ocupé de ejercer mi profesión lo que mejor que pude y que puedo. Hasta el día de hoy doy clases de comunicación. Amo la comunicación. Siempre me gustó. De hecho, hasta me enamoré de un comunicador. Marido es periodista y yo estudié comunicación corporativa. Digamos que somos algo así como primos de profesión... porque, como les decía, la comunicación seguramente sea como la economía: Un gran abanico de múltiples disciplinas que descansan bajo ese paraguas grande que lleva el nombre de, valga la redundancia, Comunicación.
Reviso un poco mi profesión por elección o por facilidad, esa facilidad que admito que tengo para hablar, escuchar y escribir, y me pregunto si vendré a aprender otra forma de comunicación con Mateo. Una forma inédita, jamás escrita o pensada. Por un lado pareciera un desafío, y por otro el colmo de los colmos. Es curioso. Por momentos me asaltan dudas horrendas como preguntarme si mi hijo hablará o no a la manera vulgar que tenemos las personas; si podrá decirme Mamá cuando lo sienta o tenga ganas. Si dejará de pegarse para explicarnos que no, no quiere aquello y prefiere esto otro, o que no piensa lavarse los dientes, o que odia con el alma ir a kinesiología todos los martes.
Con los años aprendí a verle un poco mejor los ojos a las personas. Creo que Mateo, así de chiquitito como es, tiene una gran capacidad comunicativa y se esfuerza horrores por hacerse entender. Anhela contarnos muchas cosas casi todo el tiempo. Lo veo en sus ojos. Cuando lo miro y lo invito a charlar se prende con gusto y charlamos en ese idioma indescifrable que usa durante horas. Me muestra sus juguetes, señala lo que quiere o me lleva de la mano a eso que quiere mostrarme y me lo cuenta, aunque no lo entienda. Pero qué les pasa, yo soy su mamá y le entiendo todo. Aunque en el fondo no, no lo haga del todo. Muchas veces me encuentro exigiéndole que me diga qué es lo que quiere, y cuando lo hace no le entiendo y me quedo a medio camino, mirándole la expesión intentando decodificar qué carajo quiso decir con "coco". ¿Cómo puede ser? ¿Qué clase de madre soy...? Debería entenderle o esforzarme más.
¨Diparesia espástica moderada a predominio izquierdo¨
Ese es el diagnóstico clínico de mi hijo hoy. En las diparesias, al menos en un alto porcentaje, la inteligencia está intacta y el lenguaje se desarrolla sin problemas. Entonces... ¿Entonces? A lo mejor hay excepciones, y no me refiero a la inteligencia que a Dios gracias Mateo la tiene intacta, sino al lenguaje. De algo sí estoy segura. Cada día que pasa acumula más y más información. A veces lo siento como una pequeña computadora que registra absolutamente todo lo que pasa a su alrededor, a lo mejor con más demora en demostrarlo, pero no hay lentitud en la absorción permanente de aprendizaje, hábitos, constumbres y claro está, palabras. Palabras que las conoce, que saben qué quieren decir. Mateo dice las vocales. A, E, I, O, U. Pero pareciera que tiene dificultad para combinarlas y pedirnos, por ejemplo, AUA (por agua).
Ya saldrá. Capaz. Seguro.
Me robaste unas lágrimas. Como me duele ver que quiere hacer cosas y no es capas, como por ejemplo bailar o hacer esfuerzos por lo que creo es querer hablar pero no le sale. Un abrazo y mucha fuerza!!
ResponderEliminarHola Sandra, quién, tu hijita...? Sí, es duro, pero ellos se las ingenian, el mundo es de ellos, son muy pequeños como para que desistan por alguna dificultad. Siempre encuentran la manera. Un beso grande.
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