Soy tan frágil, tan débil y tengo tantos miedos... No puedo con esto, me queda muy grande, no sé hacerlo, no quiero hacerlo. No quiero escuchar o saber la verdad, porque prefiero el alivio de la ignorancia. Porque vamos... ¿quién quiere saber la verdad?
Mi abuela decía que la felicidad la encontraba en el alivio. Jamás estuve tan de acuerdo con ella. En mi caso, alivio en una sonrisa, en un abrazo, en una mirada pícara y cómplice de mi hijo, por ejemplo. Mateo es tan pequeño, tan inocente, tan ingenuo. El desconoce la verdad, carece del desarrollo emocional, cognitivo, social e informativo que por desgracia sí tenemos los adultos como yo. A veces pienso que es un gran afortunado y que yo sufro por anticipado tantas cosas que aun no pasaron pero que podrían pasar... Sufro por él y por mí, por mi marido, por todos. Y por adelantado.
Me gustaría hacernos entender (a él, a mi marido, a mí, a mi familia) que el uso de valvas, theratogs, la ida y vuelta sacra a terapias, entre tantas otras alternativas, mejorará la leucomalacia. La transformaría, sí, la neuroplasticidad finalmente y después de muchísimo trabajo podría con ella, la espasticidad disminuiría... Las valvas, por ejemplo, con los años corregirían sus piecitos y entonces él podría dejar de usarlas y andar descalzo por la vida ya sin preocuparse por esa lesión que se "regeneró" en otro lugar del cerebro. Y colorín colorado, este cuento horrible se ha acabado. Pero no. Aunque después me acuerdo de que soñar es gratis y me asaltan frases maravillosas a lo Disney como: "si lo puedes soñar lo puedes hacer"...
Siento la enorme responsabilidad de, además, entre otras tantas, hacerle entender a mi hijo que no tiene límites. Aunque los tenga. No importa, a nadie le importan los límites.Cuando se te exije se te confía y no deberían asomar los límites.
Nadie mide adversidades desde la comodidad de un sillón.
Mi abuela decía que la felicidad la encontraba en el alivio. Jamás estuve tan de acuerdo con ella. En mi caso, alivio en una sonrisa, en un abrazo, en una mirada pícara y cómplice de mi hijo, por ejemplo. Mateo es tan pequeño, tan inocente, tan ingenuo. El desconoce la verdad, carece del desarrollo emocional, cognitivo, social e informativo que por desgracia sí tenemos los adultos como yo. A veces pienso que es un gran afortunado y que yo sufro por anticipado tantas cosas que aun no pasaron pero que podrían pasar... Sufro por él y por mí, por mi marido, por todos. Y por adelantado.
Me gustaría hacernos entender (a él, a mi marido, a mí, a mi familia) que el uso de valvas, theratogs, la ida y vuelta sacra a terapias, entre tantas otras alternativas, mejorará la leucomalacia. La transformaría, sí, la neuroplasticidad finalmente y después de muchísimo trabajo podría con ella, la espasticidad disminuiría... Las valvas, por ejemplo, con los años corregirían sus piecitos y entonces él podría dejar de usarlas y andar descalzo por la vida ya sin preocuparse por esa lesión que se "regeneró" en otro lugar del cerebro. Y colorín colorado, este cuento horrible se ha acabado. Pero no. Aunque después me acuerdo de que soñar es gratis y me asaltan frases maravillosas a lo Disney como: "si lo puedes soñar lo puedes hacer"...
Siento la enorme responsabilidad de, además, entre otras tantas, hacerle entender a mi hijo que no tiene límites. Aunque los tenga. No importa, a nadie le importan los límites.Cuando se te exije se te confía y no deberían asomar los límites.
Nadie mide adversidades desde la comodidad de un sillón.
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ResponderEliminarHola Vicky, mi confianza está en que el cerebro mismo se encargue de reparar o de ocupar el trabajo de la aparte que "durmió" por decirlo así. Creo fielmente en eso. Un abrazo!!!!
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